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9 febrero 2023 4 09 /02 /febrero /2023 18:50

Todo comenzó cuando Toscar hizo un movimiento brusco por un repentino dolor lumbar y al regresar a su posición perdió estabilidad, trató de sujetarse pero ya era tarde, la cabeza había comenzado a tirar del cuerpo hacia abajo y cayó con todo su peso sobre el hombro, del toro mecánico con que extraía los pallets dispuestos en stock en la nave industrial en la que llevaba dos años trabajando. Tuvo fractura de clavícula y una vértebra dorsal, el yeso lo tuvo que llevar puesto seis meses, cada dos meses se lo renovaron por el desgaste y para analizar el progreso de la cura, esos instantes los aprovechaba para rascarse, ventilarse, asearse, moverse y volverse a rascar con una sensación de alivio retrospectivo que le proporcionaba un placer orgiástico.

A los seis meses, cuando le retiraron el yeso se dirigió al departamento de Recursos Humanos para ponerse a disposición de la empresa y comenzar a determinar cual sería la cuantía de su indemnización. La empresa le comunicó dos decisiones en ese mismo instante, ni regresaría al trabajo ni recibiría un solo céntimo por su accidente laboral. Ahí comenzó la andadura por el desierto de adhesiones, solidaridades y apoyos de parte de la ley para Toscar, cada día que pasaba en su lucha por reparar lo que consideraba una injusticia medieval se quedaba más solo en el apoyo en público, más acompañado en el apoyo en privado, pero sobre todo más indignado y apertrechado de una fuerza de voluntad que desconocía en absoluto directamente proporcional a la profundidad de su enfado, rellenando un espacio destinado en exclusiva a la depresión,.

Del dinero que tenía ahorrado le quedaba más o menos para una semana de compras de alimentos al más bajo precio que se conseguía en el barrio. Había un supermercado a cuatro kilómetros pero debía ir en coche y si lo que gastaba en combustible era el doble de lo que se ahorraba en la compra. Pero ese día dijo “basta” y se fue a un restaurante del barrio aledaño, en la avenida principal, donde se gastó en comer con su vino y su postre todo lo que le quedaba para alimentarse en su semana de despedida de la resistencia pasiva, decidió apresurar el ¡puafata! el ¡tawata! el ¡bumbata! Tal como pensaba que sonaría el trastazo contra la acera, el choque contra la acera amortiguado por las ratas  o las navajas de los pendencieros de la calle, la curvatura convexa de los baches, la caricia de las agujas de de las jeringas y el brillo de los vidrios de las botellas.

Fue de casa en casa de amigos, familiares que todavía no estaba podridos de verlo, tocando timbres a horas intempestivas o demasiado apropiadas, justo cuando al cacerola salía de la hornalla. Se dio cuenta de lo buena que puede ser la gente, que acaso en algún recodo del camino pudo haber no contado con toda la suerte que habría deseado atesorar, y que puede haber sido producto de la acción de algún o alguna hijo o hija de la remil puta, pero que en general cada cosa que él tocaba buscando alguno de los sucedáneos del amor le respondían afirmativamente, pero eso sí, gente sin poder.

Su novia, Katja, encontró demasiado pedregosa la relación, había pasado de divertirse siempre que se veían, haciendo el amor y el humor, a pasar estrecheces y discutir haciendo un tumor. Así que sintiéndolo mucho, con el dolor de su alma lo dejó en Pampa y la vía más tirado que un dardo. Toscar dijo que lo entendía, -cómo no te voy a a comprender si esto es un desastre, si no te apoyo más es porque el otro soy yo-  Esos conocidos que a veces llamamos amigos, pero que sirven muy poco más que para ir a tomar un helado  o una cervezas, también de a poco, sin declaración de ruptura como la novia, se alejaron de igual manera, comenzó a haber una sensación de frío allí por donde pisaba Toscar que lo llevó a sentirse una especie de súper héroe de los cómics. -Nadie está cerca de Batman ni de Superman, mucho menos de Flash o Linterna Verde- pensaba Toscar – aunque seguramente todos los habitantes de la ciudad de Gotham o los colegas de Clark Kennt querrían tocarlos, pasar dos segundos a su lado, sacarse unas selfies anacrónicas con cámaras Kodak descartables o mejor aún con Polaroids, era distinto en este sentido, pero si se hubiese hecho una instantánea de Superman y una de él, estarían idénticamente solos frente a los que les esperaba.

La ventaja de pensar en un súper héroe solitario en lugar de en un apestado, es que le daba la capacidad de pensar en cual sería su próximo paso en vez de salir disparado queriendo dejar su culo atrás. Toscar sabía que el engaño solo dependía de la posición que uno tomase en el relato, cualquiera fuese su sinopsis. Primero empezó como un mandato para reforzar su confianza en tiempos de telarañas, pero de a poco se fue convenciendo de que, en efecto, aquello que no lo mataba lo hacía más fuerte, y desde luego la soledad no era en modo alguno una amenaza.

Albertico, su amigo casi hermano, aunque como él solía decir “hermano no, porque el propio hijo de mi madre es una mierda” al revés que los otros, se aproximó más en la medida que la mala suerte iba cercando a Toscar e iba despejándole el camino de obstáculos para caer hasta el último peldaño de su  yo más desprovisto de falsas apariencias, de barnices, luces y adornos. Un yo que no estaba compuesto de adoquines ni de estiércol como solía conocer, sino de tierra seca, casi polvo de tierra, sin piedras ni plantas. Albertico era cazador. Salía cada mañana a resolver las ecuaciones que la vida le planteaba para poder llevar algo a la olla. Era una manera de decir ya que frecuentemente resolvía recursos para una temporada, en los peores casos era como cazar una perdiz y en los mejores, ¡ay los mejores! Todavía nunca había chocado con las mejores tardes de caza, pero se acercó un par de veces alzándose con un buen turrón. De todos modos aunque Albertico se creyese un mago de la calle, el ventilador de la aspiradora, estaba tan lleno de códigos impuestos por la corrección caballeresca del ladrón y estafador prejuicioso, ni viejos ni menores, ni a mujeres ni a hombres demasiado nobles, ni a débiles ni a pobres, que parecía más bien un bombero de salvataje de alta montaña en vez del delincuente que creía ser. Al principio su estrecha amistad se debía a que Albertico se había singado a la hermana de Toscar, era una hermana mayor, y era hija de la madre con otro padre, no era para tanto pero dentro de ese decálogo de comprotamientos de Albertico eso no estaba del todo bien, así que al inicio sintió compasión por el amigo, como si fuese un poco cornudo, era solo la hermana pero bueno una hermana tan linda, en fin. Sentía culpa, pero con el tiempo fue afianzando la amistad de tal manera que quien le aconsejaba las vías de escape o coartadas en sus "palos" era Toscar, que no tenía ni idea siquiera de como robarse un dulce de un kiosco. Sin embargo al muy cabrón se le daba bien orquestar planes, era como un campeón de ajedrez, pensaba en todo.

 

Encrucijada
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4 febrero 2023 6 04 /02 /febrero /2023 13:00

Ayer me reía con una amiga sobre lo que habría sido nuestra juventud y la de nuestras amistades, en esta era de retorno a imposiciones monacales refrendadas en leyes punitivas con el desborde del deseo.

Recordaba un día que compartiendo entre tres parejas en el Turquino del Hotel Habana Libre, una de las novias ajenas comenzó a arrimarse al muslo opuesto al que compartía con mi novia ocasional de entonces. De a poco comenzamos a acariciarnos disimuladamente en la medida que el ron iba desatando el rock'n'roll en la cuna de nuestros mutuos deseos, así llegamos entre chistes y conversaciones banales en la mesa redonda, a meter las manos en nuestros respectivos underwears y darnos ese tipo de placer sabroso, por furtivo y reprochable. En esas circunstancias no podíamos llegar al final dada la proximidad de nuestros respectivos "amores" así que decidimos tácitamente presentar nuestras excusas por ausentarnos para acudir a la llamada del mingitorio y/o quien sabe, del inodoro. Al final usamos un pasillo interior a la cocina del restaurante Sierra Maestra, que yo conocía bien por haber vivido en ese hotel años atrás, para echarnos uno de esos palitos tan ricos como plagados de justificado sigilo, podían aparecer camareros, capitanes, empleados, ascensoristas, novia o novio y convertir el palo en un monumento al chasco. O al galletón.

Se nos ocurrió traer a día de hoy esta anécdota frecuente, común, conocida por todos  y varias veces reproducida por muchas parejas en toda La Habana en aquellos años de derroche orgásmico, en idéntico o diferentes emplazamientos con distintas o incluso algunos de los mismos protagonistas, vaya usted a saber como terminó el pis que se fue a echar mi novia una hora antes, una después, o la semana de nuestro clímax de "amol".

Hoy la chica, de la que evitaré recordar el nombre, se habría dirigido a mi en voz firme antes del intento de aproximación:

-Chuchi, a pesar de estar con mi novio y tú con la tuya me estás despertando un gusanito, aunque por ser mujer estoy libre de esta obligación, públicamente, con suficientes testigos presentes, en este acto me gustaría pedir permiso para aproximarme a una distancia acaso poco apropiada para los cánones del buen decoro.

Yo mirando a mi compañera al lado izquierdo y a su maromo a su lado derecho, a mi vez declararía:

-Sí, con mucho gusto y por supuesto sin precisar la aprobación de nuestros respectivos "cornudos" aunque solicitando su amable comprensión.

-Bueno, dale- bufa mi novia- lo apruebo comprensiva de la necesidad de que un renovado flujo seminal desatasque los obstáculos que todo considerable tiempo de relación sedimenta, en cambio de la galleta que a esta descarada en otros tiempos no se la quitaría de encima ni el más bravo resoplido de un futuro inminente.

-Como no, procedan- rajaría el novio- ¿qué remedio? en épocas pasadas habríamos sucumbido  por el influjo de los impulsos primitivos desatando una bochornosa despingazón en lugar de esta civilizada quietud que nuestra sangre mediterránea supo, contraria a los prejuicios atávicos,  finalmente conquistar.

Y entonces, ya me tocaría a mi preguntar:

-Dado que “sólo sí es sí”, no valen supuestos, ni aproximaciones mutuas sino la expresa aprobación verbal atestiguada,  estimada compañera casual de este amistoso convite, ¿aprobarías que mi mano se deslizase bajo tu falda acariciando esos deseados muslos y la vulva presumiblemente entrañable?

- Por supuesto mi improvisado y sorpresivo aunque ya muy deseado vecino de asiento, y si no tienes inconveniente, ya, apresurando trámites, te solicitaría la aprobación expresa, para pasado un rato de arrumacos, cuando los suspiros y secreciones en aumento lo justificasen, tras excusarnos debidamente con la mesa, ¿podríamos dirijamos a un pasillo umbrío o a un rincón apartado a echarnos uno de esos emergentes, divinos palos de parado?

-Sí, concedo mi total aprobación. Por favor amable mesa entera, que figuren ambas declaraciones de consentimiento mutuo, bajo la acreditada total posesión de conciencia sobre nuestros actos, para que tenga lugar, aquí y hoy, en efecto, este cuernito, al que ya de adrenalinico, camuflado y clandestino no le quedan ni los agujeros de los calcetines.

 

El inminente pasado
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15 enero 2023 7 15 /01 /enero /2023 19:34

-Así que tu compromiso con la justicia era menor que tu pleitesía a los capos de tus logias ideológicas.

-No exactamente, es que recibía presiones, presiones imposibles de soportar, además crecí en ese medio, esa era mi gente, entre una cosa y la otra se me hacía imposible juzgarlos con imparcialidad.

-Pero estudiaste derecho romano, empezaste con el principio de equidad de Lustitia. Sabías los crímenes que estabas encubriendo, sabías el daño que estabas ocasionando a las víctimas.

-Sí, y me arrepiento mucho, me avergüenzo de mi mismo.

-Ya es tarde para lo primero, pero para lo segundo tendrás la oportunidad de morir con algo de decencia.

-No, no, no por favor, no quiero morir, la decencia me importa un comino, solo quiero vivir, ser rico, oler a magnolias y comer langostas con salsa golf, por favor no me mate, quíteme los platos.

-Echad esta basura al costado, traed al policía. Tú, mierdecilla de juez, quédate mirando a uno de los que encubriste, después pasarán banqueros, políticos corruptos, generales, empresarios del fútbol inescrupulosos y al cabo veremos que hacemos contigo.

-Hola- dijo el hombre que interrogaba a los reos en la cueva bajo el acantilado- ¿tú eres el prestigioso torturador de la nación al que tanto han protegido gobiernos, fuerzas y jueces? Menuda piltrafa te veo hecho, parece que no te sentó nada bien el recibimiento de los muchachos. No te sientas culpable, ellos no son justicieros, sencilla y llanamente les encanta, igual que a ti, repartir palizas.

-Por favor, no me peguen más, pido todo el perdón que sea necesario- dijo el apocado otrora torturador agente del orden, que hasta dos días atrás había vivido protegido por todo el aparato que, sibilinamente había mal simulado pasar de dictadura a democracia, con todo el patio sin barrer.

-Un poco tarde para perdonar porque muchos de los que dejaste lisiados de por vida, con dolores terribles durante años y aterrorizados en sus casas ya han muerto. Si te hubiera juzgado la ley, si te hubiesen quitado los privilegios y habrías expirado tu último aliento en un calabozo como correspondía dada la magnitud de tus crímenes, esa sería la piedad que merecerías, pero no hay posibilidad ni de perdón ni de muerte rápida. Lo único que podemos pensar es en no descender hasta tu calaña y propiciarte la posibilidad de una muerte menos atormentada Pero mucho más no podemos ni queremos hacer.

-Tiren esta inmundicia a las ratas.

-No, no, no, por favor a las ratas no.

-Ten un poquito de dignidad, las ratas tardarán en comerte completo, te dará tiempo a pensar en las barbaridades que hiciste, y si un día vuelves a nacer, recuerda los ojos inexpresivos y a la vez ávidos de horror de estos magníficos roedores y el brazo implacable de la justicia que parte del hombro de un hombre nacido del vientre de una mujer y hermanado con el dolor.

Toscar hizo un movimiento brusco por un repentino dolor lumbar y al regresar a su posición perdió estabilidad, trató de sujetarse pero ya era tarde, la cabeza había comenzado a tirar del cuerpo hacia abajo y cayó con todo el peso del cuerpo sobre el hombro, del toro mecánico con que extraía los palets dispuestos en stock en la nave industrial en la que llevaba dos años trabajando. Tuvo fractura de clavícula y una vértebra dorsal, el yeso lo tuvo que llevar puesto seis meses, cada dos meses se lo renovaron por el desgaste y para analizar el progreso de la cura, esos instantes los aprovechaba para rascarse, ventilarse, asearse, moverse y volverse a rascar con una sensación de alivio retrospectivo que le proporcionaba un placer orgiastico.

A los seis meses, cuando le retiraron la escayola se dirigió al departamento de Recursos Humanos para ponerse a disposición de la empresa y comenzar a determinar cual sería la cuantía de su indemnización. La empresa le comunicó dos decisiones en ese mismo instante, ni regresaría al trabajo ni recibiría un solo céntimo por su accidente laboral. Ahí comenzó la andadura por el desierto de adhesiones, solidaridades y apoyos de parte de la ley para Toscar, cada día que pasaba en su lucha por reparar lo que consideraba una injusticia medieval se quedaba más solo en el apoyo en público, más acompañado en el apoyo en privado, pero sobre todo más indignado y apertrechado de una fuerza de voluntad que desconocía en absoluto.

 

Juicio de ratas
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26 diciembre 2022 1 26 /12 /diciembre /2022 11:50

El hombre de estatura mediana, de apariencia elegante, comenzó a golpear la puerta, tocar el timbre, no aguantaba más el olor nauseabundo que salía del apartamento aún con la puerta cerrada, además de que el no haber escuchado ningún ruido ni visto a la vecina en bastantes días le hacía temer lo peor. Al ver que nadie abría, convencido de que algo andaba mal allí adentro, llamó a la policía a la cual casi no tuvo que explicarle sus sospechas, llamaron al cerrajero previsto para esas ocasiones por el cuerpo policial y abrieron la puerta sin necesidad de tirarla abajo, como ocurre en las películas que las puertas parece que únicamente sirviesen para no ser visto ya que la derriban con una simple patada. Y entonces sí se desprendió un hedor insoportable a cuerpo en descomposición. En efecto, yacía sobre la cama semidesnuda, hinchada, en el cuerpo deformado presentaba lo que parecían ser varios orificios de un arma blanca, el colchón y el suelo estaba manchado de una costra oscura que parecía ser sangre, junto a otros líquidos viscosos, pestilentes, y en diferentes lugares de la cama y del cuerpo se movían inquietos acaso por la repentina irrupción de extraños en su tranquilidad, decenas, cientos, miles de gusanos contorneándose unos sobre otros.

Dos hermanos irlandeses emigraron a España y se casaron con dos mujeres españolas.

Cian y Brendan se llevaban un año, Rowan y Erin solo habían tenido dos varones, tuvieron otro, Liam, que no llegó a la semana, toda la vida lo extrañaron y veneraron, tanto que le pusieron su nombre a la casa familiar, una casita adosada en las afueras de Kilkenny, el pueblo de la cervecería de St. Francis Abbey, la más antigua de Irlanda.

Clara y Camino también eran hermanas y se llevaban un año y poco cada una, eran naturales de Lois, un coqueto pueblo de la montaña leonesa próximo a Asturias, pero se criaron en Puebla de Lillo un pueblo cercano a donde decidieron trasladarse por razones de trabajo sus padres Raúl y Cipriana cuando las hijas aún eran unas niñas. Lois había sido un pueblo todo lo aristocrático que podía ser un enclave entre aquellos picos, con escuelas de oficios desde la era medieval , casas blasonadas, familias de estirpe, y en la zona a todos los que provenían de allí los solían tener en una consideración aún mayor que si llegasen de la gran ciudad, donde en definitiva, la gran mayoría no eran más que borregos practicando como mulas de carga.

Transcurrían los inicios del siglo veinte cuando el ser humano comenzaba a jugar con una guerra en la que podía mostrarse a sí mismo hasta que grado de destrucción habían alcanzado, cuando Rowan decidió emigrar a España a causa de la persecución de que ya era objeto e iba in crescendo debido a su activismo cada vez más involucrado y beligerante por la libertad de su tierra del imperio británico.

1942

El barco salía de Vigo a Buenos Aires un día después que el de su hermana rumbo a Nueva York. Habían decidido entre los cuatro que en medio del clima violento y la miseria que vivía el país, un matrimonio emigraría donde se hablaba el idioma del marido mientras el otro donde la lengua madre fuese el de la mujer, eligieron Estados Unidos y Argentina por la promesa de futuro que brindaban sus economías boyantes.

Irlandés en Nueva York y española en Buenos Aires, a priori la integración estaba garantizada, además de la paz y el progreso, pero nada de eso era lo que les esperaba.

Kilkenny y Lois
Kilkenny y Lois

Kilkenny y Lois

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24 diciembre 2022 6 24 /12 /diciembre /2022 11:32

La época de navidad era nociva, evidenciaba que por una razón u otra siempre estaba lejos de esos afectos que prefería tener próximos; pero también en aquellos años en familia en que iba a donde mis padres decidiesen, ya fuese casa de los tíos Roberto o Cipriana, entonces sentía que la única relación que tenía con esa fiesta era que ponía a prueba mi capacidad de resistencia frente al paso el tiempo, extraordinariamente lento cuando le prestas atención, y tremendamente efímero cuando quieres que se demore en una parada de asientos mullidos y senos retozones. 

Acaso la hora de despedida en lo de Cipriana para ir casa abriendo los regalos en el coche o el camión de papá fuese más pasable, o el despertar en lo de Roberto con aquella cocina de asientos en estilo vagón de tren que daban al verde de San Isidro, o la mesa del jardín donde estaba mi tía Celia casi siempre dirigiendo la batuta de las charlas, no por ascendiente jerárquico sino contaba con mayor despliegue de gracia, y mi madre haciendo chistes eficaces como corroboraban las risas. Ese día siguiente cuando podía observarlos fuera de los brindis y los cohetes permanecen confortables en mis recuerdos .

Después pasé unos cuantos años donde la navidad estaba prohibida entonces brindábamos por año nuevo, esta fiesta sólo tenía lugar en casa, con mi madre, mi abuela y mis dos hermanos, sin regalos ni arbolitos ni un montón de parientes que evidenciaban la ausencia absoluta de elogios motivacionales. Sólo los cinco y la mesa que la abuela se había ingeniado en adornar con platos exquisitos con la menor cantidad de ingredientes que alguien pueda imaginar. Esos días los recuerdo con cariño, estábamos juntos un rato, todos los que ya no nos hablamos, ni nos escuchamos más. Si nos queremos o no es algo misterioso que habita en la relevancia que cada uno le cede en su espacio interior; en mi caso sólo puedo reconocer latidos sonoros, sobre los cuales prefiero obviar la naturaleza o calidad que les precede. Mi abuela era el elixir de la comunión, la antorcha colectiva, entonces jugábamos cartas, Scrabble, dados, ella era española y sus juegos de cartas eran con naipes y eran españoles, tute, brisca, escoba, pero aunque fuese el juego mas infantil y simplón, desde chico me encantaba "el culo sucio". Como me reía cuando alguien se quedaba con el culo sucio. 

En año nuevo no tocan regalitos, de ahí no que hubiese que confrontar cuanto tiempo y recursos dedicaban los mayores en nuestro honor en la inevitable comparación con los demás. Y por otro lado, aunque alguien se encaprichase en hacer regalos en aquel páramos de tiendas, era una empresa tan improbable como respirar bajo el agua sin aqualungs ni branquias.

Curiosamente, volví a ver a mi padre tras diez años a una semana de una navidad, en que fuimos la misma noche a lo de tía Cipriana ya fallecida pero con todos los parientes de ese lado presentes y luego a lo de otra tía, Carmen Córdova que a la sazón, era como si fuésemos a lo de Roberto que seguía fuera del país y ya no viviría más en San Isidro, a las dos casas en la misma navidad. Aquella noche si fui feliz por volver a ver a mi viejo, a toda aquella gente, al país que me selló, y por volver a ver tanta carne y cosas ricas juntas en una única noche.

Después hubo unos años, dos décadas para ser exacto en que pasaba la navidad con la familia de Patricia. Aunque me sentía agasajado como nunca en afecto familiar, lo cierto es que nunca pude agradecerlo del todo porque mi sonrisa y mi indumentaria no se correspondían con el entusiasmo interior. Hoy les mandé un beso tierno por todo el cariño que me dieron. 

Sin embargo una vez más los Año Nuevo acudían en auxilio de la asfixia por tanto barniz. en casa de los eternos Marcos y Mirta y en nuestra mesa larga que daba hasta para catorce comensales. Pero un detalle, todavía bebía como un cosaco y fumaba como un escuerzo; todo bebedor y fumador compulsivo sabe que estar rodeado de comensales que ríen y hablan a los gritos es una bendición para descorchar botellas durante una eternidad sin intervenciones represoras de ninguna especie.

Pero hace años que no pruebo el elixir del canto y el zigzag.

Será esta una navidad en que no tendré sensación de exclusión por pasarlo solo con mis recuerdos y lecturas, ni tampoco agobiado por el intento de parecer que encajo entre servilletas rojas, alegría pautada y sobre todo, entre mucha gente, tantos testigos de esta sempiterna inutilidad, de esta verticalidad pretendida, que camufla el temblor, el frío, el miedo, la rabia.

Y el sombrero sobre la silla aplastado por un culo gordo, charlatán y ampuloso, empapado en colonia barata.

Más sucio que el as de oro.

El culo sucio

El culo sucio

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19 diciembre 2022 1 19 /12 /diciembre /2022 18:06

 

Alamar 1978, año del XI Festival de la Juventud y los estudiantes.

Yo vivía en el cuarto piso, en la planta baja vivía Fefa, una mujer afrocubana, que tenía tres hijas, Marta, la mayor de color más claro y pelo domesticable, Lidia, y Julia, la más pequeña y amiga de mi hermana.

Fefa decía que Marta le había salido adelantada, la tenía para casarse, no quería que estudiase ni que trabajase, la mimaba desde pequeñita como la más linda, de lejos la preferida, y es como si las hermanas lo comprendiesen, los celos típicos familiares no tenían cabida en una declaración tan diáfana de amor, preferencia y protección. Imagino que es un mecanismo de protección natural de la cabeza o de donde quiera que se encuentre la sabiduría humana, ya que era tan exagerado que como se dejase pasar el más mínimo haz de celos, sería suficiente para que apareciese en una manigua cortada en diez pedazos.

Marta era la mayor y como tal fue emplumando la pechuga antes que las demás, y antes casi que a mi se me emplumase el gallo. Pero más o menos a la par. Nos dimos cuenta al mismo tiempo, ya que hasta cierto día las tardes antes de subir a casa me quedaba hablando con Lidia que era más vivaracha y tenía sentido del humor, y Marta no entendía ningún chiste, pero un día me di cuenta de que con la que quería hablar era con Marta, y me daba tan igual el tema de conversación, como que lo entendiese. La cosa era estar cerca de esos muslos que se habían redondeado en cuestión de meses o días y las tetas que iban despuntando de manera ostensible empujando con demasiada insistencia el escote de su vestido celeste. cada vez éramos más próximos, yo comenzaba a salir de mis quince años sin haber mojado la habichuela ni haber estado cerca, pero recordando la vez que Carlitos Cecilia me llevó a aquella fiesta donde apreté por primera vez con Moraima. ¡Oh Moraima, cuantos poemas de amor sin voz, te recité bajo la intimidad de la sábana o en el camuflaje de la ducha!

Una tarde después de hablar con la aproximación creciente en nuestros encuentros en esa planta baja, mientras el sol empezaba a caer y las penumbras resguardaban los detalles, desde el descansillo que había entre el tercer y el cuarto piso, le silbé a Marta y miró hacia arriba, le tiré un beso, me señalé el pecho y me dejó entrever un poco la parte superior de uno de sus pechos, me saqué el que si bien todavía no era un gallo emplumado ya era un pollo guapo y le volví a silbar, miró hacia arriba y se sonrió, con esa cara medio de boba medio de arrebatada, así que me puso como un mono, tenía la edad que lo único necesario para semejante empalme, es tener esa edad, y fuimos subiendo la parada del juego hasta que un manantial de líquido seminal brotó de mi glande como una manguera de bombero apagando un incendio. El jueguito se repitió dos veces más, se detuvo para siempre una vez que tras de mi de repente sentí aparecer la vecina del quinto piso, de l avergüenza me encorvé sobre mi cuerpo como si estuviese sintiendo un fuerte dolor y la vecina comenzó a mostrar tanta compasión que no se quería ir, y lo único que yo quería era esconder a Pepe que estuvo a punto de cantar pero ya era un acordeoncito arrugado. Esa tercera vez Marta llegó a mostrarme las dos tetas.

Fefa la conservaba para un buen matrimonio y ella obedecía únicamente, en cuanto a la entereza del himen. Marta siguió pasando las tardes sin estudiar parada en la planta baja al lado de la escalera, nunca supe si encontró otro onanista dispuesto a ser cocinado en su jugo. Lidia empezó a tomarle el relevo cuando caía el sol. de repente apareció una nueva Lidia, igual de cómica que siempre, pero con unas tetas enormes ¿cuando le habrían crecido? quizás fuese mientras Marta me mostraba sus limones. La venganza se estaba materializando de manera pectoral, sin necesidad de descuartizamiento.

Una noche de chistes con Lidia, ella llevaba puesto el vestido blanco parecido al de siempre, pero con un escote mucho más prominente, nos tomamos de las manos, de repente con un rápido movimiento de cadera me ubiqué por detrás de ella y me apoyé en la pared con mis manos en su cintura, ella estaba de espaldas a mi y paramos de reírnos, yo tenía la tranca que iba a reventar en ese jean metálico, apretado, de trasnochado pepillo Stone, Lidia se me apoyó con un suave movimiento muy sugerente, acomodando sus nalgas cubiertas por el ligero vestido blanco, a mi incipiente protuberancia y sentí que era el momento de sobar esas tetas deliciosas que estaban más incrustadas en mi hipotálamo que debajo de su escote, sueño del más avezado de los caminantes, del más temerario de los modistos, ella cerró los ojos y yo toqué sin ninguna experiencia toda la enormidad y suavidad de aquel perfecto par de toronjas de pezones erizados.

Estábamos en eso cuando apareció mi amigo Peter Mikel, o Pedrín, que vivía en la escalera contigua, y de manera instantánea como llevado por un grito de Mandinga, solté a Lidia, atenazado por una vergüenza remota, que no llegaba de ningún lugar cercano ni reconocible, como si hubiese sido una traición que Lidia y yo, que siempre habíamos reído de ocurrencias de la pubertad inocente, estuviésemos protagonizando el preludio de una fogosa película pornográfica. Mientras solo estuviésemos ella y yo no había testigos, así que no había traición, pero la mirada súbita, sorpresiva de un conocido mutuo, introducía de repente el elemento de juicio que habíamos detestado, pateado, quemado, destrozado unos minutos atrás. ¿O me había atrapado el cangrejo al que me creía inmune? En aquellos tiempos el racismo en Cuba estaba proscrito de la política oficial, pero el dominio español había dejado sus perlas de herencia. Los blancos deseaban a las negras y las blancas a los negros, pero evitaban ser vistos en parejas. Los que se metían en lo que no les importa, a los hombres les decían que "quemaban petróleo" quizás por envidia ante tal desparpajo rupturista de prejuicios. A las mujeres que se acostaban con negros les decían "cochinas" y quedaban estigmatizadas en el barrio; detrás de esta cortina hacía su trabajo subrepticio el tamaño del pingón congo y carabalí, que desde la más temprana esclavización en la colonia supo empapar corsés y bombachones de las esposas de los hacendados de la Metrópoli, generando un puntito de venganza extra del patrón pichicorto contra el pobre esclavo ¿Tú tienes el tolete? yo tengo el látigo. Pero yo vivía convencido de que no era mi caso, de hecho las interminables charlas nocturnas previas con Lidia, habían sido interpretadas por esos vecinos tan atentos a todo, como una impropia extravagancia argento-alamareña. Bueno, desplazando la cronología hacia un costado, en cierto modo se puede decir que acertaron.

Sin embargo subí a zancadas la escalera y desde el descansillo del primer piso le dije:

-¿Qué bolá Peter?

Cuando se fue volví a bajar igual de raudo, con la moringa aun parada esperando encontrar a Lidia solícita feliz de verme reaparecer tras aquel gesto no demasiado considerado. Se había ido adentro de la casa. Me quedé esperando un rato, prefería que saliese otra vez Lidia, con sus trencitas, su sonrisa contagiosa y sus flamantes tetas jugosas, pero me habría sido de suficiente auxilio Marta y su vestido celeste apretado. Sin embargo la que salió por esa puerta fue Julia y me preguntó:

 

-¿Está tu hermana en la casa?

 

Edificio de zona 6, Alamar

Edificio de zona 6, Alamar

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17 diciembre 2022 6 17 /12 /diciembre /2022 23:31

Había un bar en el Vedado, Rampa abajo que se llamaba La zorra y el cuervo. Después que me botaron de Cuba, La zorra y el cuervo se convirtió en un templo del jazz, tocó incluso uno de los hermanos Marsalis, no recuerdo si Branford o Wynton. pero antes de ese tiempo de brillo internacional, era un bar de esos oscuros escaleras abajo, con tenues luces, música en volumen alto y mucha apretadera y singadera en las sillas y asientos desvencijados bajo la penumbra. La peste a fana lo acreditaba, pero si se estaba dispuesto a saltarse un pelín la higiene pequeño burguesa, podía ser sumamente estimulante.

No es que fuese habitual de ese tipo de bar, en la Rampa había restaurantes y bares bajo tierra, algunos finos y otros no tanto, uno muy lindo era en la Casa de Checoslovaquia, que se llamaba Praga, y se comía comida checa, estaba muy bien, y el otro era un bareto aun más sórdido que la Zorra y el cuervo. El Tikoa, detrás de la parada de la guagua. En ese antro directamente el camarero atendía con linterna, no había otra manera de no que no terminase estampado contra una pared o sobre una parejita metiendo fuerte en el sofá, pudiendo llegar a confundir el accidente con otras intenciones. El jamoneo en esos bares, como el facho de curda, podía oficiar de propina atractiva. En el Tikoa, la peste a meado era comparable a la de los ya resecos lechazos. Por doquier se elevaba un tufillo, pero también por todos lados abundaban culitos enfundados en zayitas apretaditas o pantaloncitos de láster, que marcaban bollitos abultados, a lo que en realidad deben su mote de "bollo" las vulvas cubanas.

Así que una de cal y otra de arena.

Uno de esos días en que los morenos de Centro Habana o Carlitos me había encargado una pequeña compra, que colecté una discreta suma de estilla, decidimos ir con mi panga a vacilar por esos bares de mala muerte donde el baro podía cundir más que en el Turquino, menos que comprar unos pomos y escurrirlos en el malecón o en la plaza de 21, pero con el aliciente de materiales pret a porter.

Apenas entré, una mulatica divina estaba bajo el haz de luz endeble de uno de los pocos focos encendidos allí abajo, iba con una blanquita de bajichupa. Yo le entré a la diosa del café con leche, y mi socio a la blanca pandillera. Tal y como presentí, la blanquita era candela. La mulatica no se quedaba atrás pero es como si estuviese aprendiendo. Nos comentaron rápidamente que estaban "trabajando", me llamó la atención porque en aquel entonces no había jineterismo, alguna puta vieja en la ostionera de Infanta, alguna en Jesús María en la ronera, y las de los Cabarets, pero tan jovencitas y bien parecidas no era común.

Bauticé el Tikoa aquel, nunca había echado un amistoso allí, pero preferí de pie y que mi damisela se agarrase del respaldo del sofá, porque el vinilo de ese asiento era un singao chicle de pegajoso que estaba. Y una cosa era sentarse en pantalones, y otro era apoyar la suave piel de las asentaderas en aquellas superpuestas y endurecidas capas de cremita de leche sin azúcar.

El brother clavó en otro sofá, al rato nos juntamos en una mesita más decente y terminamos de tomarnos la botella que se había llevado la mitad de la ganancia del bisne.

Cuando acabamos el pomo, decidimos ir a a ver a Bobby Carcassés, que cantaba jazz haciendo scat como Jelly Roll Morton o Sachtmo, entiéndase, no igual que ellos, sino ese sonido que ellos hacían con la voz, en otro bar de El Vedado, el Karachi que estaba en la calle K, bajando desde la embajada de la India, no era el Maxim donde años más tarde cantó de forma habitual el bueno de Bobby.

En el Karachi el ambiente era más fino, la luz perfecta para un club nocturno, las mesas limpias, pedimos otro pomo de ron y refrescos, Carcassés bordó la noche. Cuando metí la mano en el bolsillo quedaban casi los pesos justos para el rifle y poquito más, así que les dije como debíamos proceder. Salír las chicas primero, después mi ambia, abriendo un patín hasta el Pío Pío de L, y yo iría detrás pisándoles los talones, cosa que se produjo de manera casi literal porque en cuanto me dirigí a la  puerta de salida, vino corriendo el camarero que ya se había percatado de la jugada. La mezcla de risas y paso apretado no es la mejor combinación pero era difícil parar de reír y parar de correr habría sido un suicidio.

Tomamos un taxi con el dinero del pomo y los refrescos y fuimos a 1ª y 16. mi madre tenía llaves del apartamento de enfrente al mío, que daba al mar desde un segundo piso, una estampa de postal. Ahí dejé a mi amigo en un cuarto con la mulatica y yo me fui con la blanquita riquísima de “aquí la pinga para cualquiera", así todos comíamos de cada plato un poco.

Al otro día por la noche, tomando unos tragos en Siete Mares, le dije a mi socio:

-Brother, la mulatica era lindísima pero tenía la regla. me lo dijo cuando fui a mamarle el bollo en el Tikoa.

-¡Coño, singao, me la diste con la puñalá y no me dijiste nada! ¿pero bajaste?

Cambiamos de tema cuando apareció Alberto el cojo, un viejo rey de los curdas y monarca de los “macetas”. Imposible de igualar.

 

Bizarro II -Tikoa
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16 diciembre 2022 5 16 /12 /diciembre /2022 23:33

 

Estaba con un amigo del que obviaré el nombre para no embarcarlo, pero todo aquel que me conoce de esa época, de antes y de después sabrá de quien hablo. Habíamos hecho unas compras para los morenos de Centro Habana y nos quedaron cuatro pitusas en pago, se los llevamos a Terely que ya los tenía encargados, ciento cuarenta pesos cada uno, más de quinientas cabillas eso era un pastón en aquella época, me lo trajo a casa, le quise pagar como siempre una parte y no quiso como siempre también. Le dimos las gracias a Terely y nos fuimos a curdar tragos preparados al salón Elegante del Hotel Riviera. Algo que nunca hacíamos pero decidimos probar todos los tragos de la carta, tocaba Felipe Dulzaides, el Elegante estaba más elegante que nunca. Ese hotel lo había construido Meyer Lansky, la mejor piscina, los restaurantes los salones de música, el lobby, las habitaciones, todo era un verdadero lujo judeo mafioso. Generalemente íbamos allí con novias, amigas o materiales, pero ese día tocaba una descarga de amigos.

En medio de la curdadera hicimos una apuesta, habían reformado la tienda del Hotel nacional, y mi ambia decía que estaba de un lado y yo que estaba del otro, antes de terminar con los tragos de la carta tomamos un taxi (o taisi) que nos dejó al pie de la escalera de la puerta del Nacional Atravesamos el lobby hacia la derecha y ahí se decidía quien ganaba la apuesta. De todos modos estuviese donde estuviese, a esa hora ya estaría cerrada la tienda. En efecto estaba donde decía mi amigo, perdí la apuesta y me tocaba pagar toda la curda que quedaba por cargar.

Nos metimos en la barcito con piano, donde una vez cantó Juana Bacallao con Fito Páez al piano, ella hacía un show cerca, en el Capri y algunas noches seguía la curda en ese coqueto barcito. Había una dama de pechuga exuberante en una banqueta de la barra del bar.

Me dirigí a la dama tras ordenar unas líneas de ron y empecé a dispararle con el vaso del éxito a medio llenar. Mi amigo me tomó el relevo y la voluptuosa feligresa de medianoche empezó a aflojar, nos pusimos uno a cada lado, por suerte las sirenas tienen dos tetas. Como dice la canción, estábamos felices los cuatro, porque el barman no paraba de mirar.

Tras un episodio de los que nunca nos podían fallar, una discusión con los guardas de seguridad al cerrar el bar, decidimos en conjunto ir al Castillo de los Tres Reyes del Morro. Caminamos por dentro de la maravilla arquitectónica que desde hacía siglos velaba por el buen sueño y la seguridad de los habaneros, aunque también fue cárcel de otros y llegamos a un descampado con muros y un aire divino con trazas de olor a mar. Habíamos acordado singar a la luz de la luna, primero le tocaba a mi amigo por una razón de peso, el brother y la dama decidieron gastar su moneda dándole al biberón. Entonces yo aproveché y le di biela manivela por detrás. La luna en efecto brilló más sobre las crestas afiladas de las olas que se divisaban a lo lejos desde lo alto. Cuando todos hubimos sosegado los contorneos, calmado la agitación de las respiraciones y expresado cada uno en su jerga "ñó, que rico estuvo eso" yo volví a envolver mi rabo con una media y a mientras me subía el calzoncillo, la señora mayor preguntó "¿Y eso por qué es?"

-Ná' es que tengo tremenda gonorrea- dije y nos partimos de risa en lo que la mujer enfurecida recordando la existencia de toda mi familia, metió la mano en cartera jurando que pagaríamos por ello, y cuando vimos el revólver pequeño pero presumiblemente cargado que sacó, nos desprendimos a correr como dos guepardos por la sabana, pero en cuesta abajo hacia el túnel mientras la luz de la luna parecía desprender chispas al compás de los disparos de la lujuriosa y bien apertrechada estrella de un refinado Honky Tonk en el lobby del Nacional y marquesa del duro frío. nunca supimos si tiró al aire o sus balas buscaban nuestros culos disparados hacia otra aventura habanera.

Pero, mientras que toda sus vidas estos amigos recordaban esta anécdota como si los cabrones fuesen ellos, la verdad de la milanesa es que una abusadora se estaba beneficiando a dos veinteañeros a los que doblaba en edad y por ende, a quienes en todo caso debía aconsejar y proteger, incluso se permitió disparar un arma de fuego contra los también, nadie lo niega, y gracias a Babalú, retozadores muchachos, ya fuese para herirlos o para asustarlos hasta la cagazón.
Eriza la piel solo imaginar como sería considerado este cuento con los géneros intercambiados, y ni mencionar como sería juzgado hoy el “viejete” tras gozar a las dos muchachitas a la intemperie en el Morro y cazándolas luego a balazos como a conejos camperos.

Bizarro
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15 diciembre 2022 4 15 /12 /diciembre /2022 03:57

En España, antes de flotar a merced de mi suerte, trabajé en distintas empresas, cada vez que se acerca el fin de año, hay alicientes para cualquier trabajador de cualquier rublo, cada uno valorará más el que mejor le parezca, yo los ubico en este orden aunque no por importancia; la paga doble, no está nada mal recibir dos veces lo acostumbrado, más aún si uno no tiene la tradición de gastárselo todo en mariscos y jamones para una sola cena. Luego están los días de asueto, que van desde el mínimo, dos en navidad, dos en año nuevo y dos en Reyes magos, al máximo, desde el 22 de Diciembre al 8 de enero, pasando por la media, que es desde el 24 de diciembre al dos de enero y luego dos días de Reyes. Disfrutaba como un enano pensando en tantos días para curdar, rascarme el ombligo o viajar con la familia. La tercera es algo que toda empresa que se precie debe tener a bien cumplimentar de la mejor manera posible. Cesta de navidad, una caja, que según la empresa puede ir desde un par de botellas de vinos y cava con turrones, mazapanes y algún embutido incluso un sobre de jamón, a una caja con una pierna del pobre porky pig ya salado, varias botellas y demás exquisiteces. Y sobre todo junto a esto, la cena de Navidad.

La cena de navidad no es la más importante, la que más ensoñaciones despierta en la muchedumbre empleada, sin embargo una vez allí, sí es de lo que más se disfruta. Empresa que se precie, siempre según su envergadura, lleva a sus fieles al mejor sitio posible, y además de ofrecerles el mejor banquete posible regado de todo el vino que los buches puedan tragar, una vez concluido el empacho, paga la primera copa en un garito de la ciudad. Me han tocado todo tipo de cestas aunque la mejor era siempre la de Pat con esa paleta o ese jamón que duraba en la mesada de la cocina lo mismo que un pedo en un canasto, y he disfrutado de diversos tipos de cenas, más o menos suntuosas no determinan la intensidad del buen rato, algunas veces las más humildes son más divertidas o "licenciosas". Porque la cena de navidad era el día que se puede llegar a rozar el pezón de una considerable pieza del trabajo, o el día que la jefa se suelta y concede un baile con machete arrimado. Los más suertudos terminan emparedados, pero no siempre es lo más recomendable para el discurrir del resto del año.

Una vez nos tocó en un restaurante en Huertas, detrás de plaza Santana, un argentino de carnes asadas regadas con vinos de Rioja y Ribera del Duero. Comimos unos chuletones que no se hacen en Argentina, típicos españoles, exquisitos, quien quiso le dio al cordero o al cerdo, vino tinto, blanco y rosado, cava, postres de gourmet y espirituosos, antes de salir de ahí bolingas arreglé un aumento de sueldo, luego nos metimos en una garito de copas, mi sensación de festejo era total, el pecho henchido y las pupilas afiladas, la empresa pagaba la primera, el pedo fue astronómico, pero el Hotel que nos habían reservado estaba a la vuelta de la esquina. Era un hotel de cuatro estrellas en Cuzco, enfrente de Bernabeu. La contracara fue otra vez trabajando para France Telecom, que la comida era de picada en un banquete de variadas delicatesen exquisitas de las que uno iba sirviéndose según la angurria. Estaban los que vaciaban las bandejas de langostinos, los que arrasaban con las alitas, los que se abonaban al jamón y al queso. El vino y el cava estaba por toda la enrome carpa situada en la Casa de campo de Madrid, al lado del zoológico y en medio de la zona de trabajo de las churris con y sin pito, que a partir de la medianoche poblaban las callejuelas entre pinos ofreciendo sus movidas y lamidas. Dejé mi coche rojo, flamante, pequeño pero matón, en un descampado que estaba en diagonal, doblando a la izquierda y luego a la derecha, donde también otros compañeros lo aparcaron. Después de la comida hubo baile, ron, cola, mareo, curda y atrás de todo ¡a encontrar el tutú!. Suerte que era rojo brillante, pero ninguna churri ni churro podía decirme desde el alto de sus tacones, donde estaba, hasta que al cabo de no sé cuantas vueltas de cabeza lo encontré. Me acosté un rato en los asientos azules, hasta que decidí que era hora de encender el motor y tomar vía. Nunca antes ni después manejé tan borracho a punto tantas veces de chocar a uno de los también llaneros solitarios que a esas horas surcaban la M-40, tres veces pasé por delante de la salida a casa antes de por fin tomarla y llegar al parking de mi apartamento moderno, con cancha de squash y piscina climatizada, con bebé y esposa durmiendo y caí sobre el sofá odiando aquella cena de navidad.

A menudo apareció durante una época en mis sueños aquel suplicio dando vueltas por la M-40 sin encontrar la salida, con tétricos finales creativos adecuados a la pesadilla.

Una vez fue carne argentina y la otra fue de la telefónica francesa, como la final del domingo próximo.

Un amigo que solía montar distintas empresas me dijo una vez que, entre paga doble, días de asueto, cena de navidad y cesta, el empresario español prefería tener diez hijos bobos a que llegase el mes de diciembre

Porky pig en una cesta

Porky pig en una cesta

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14 diciembre 2022 3 14 /12 /diciembre /2022 12:40

Desde los diez a los veintidós años me crié en Cuba. Nunca vi un solo chamaco con un balón en los pies, y sí a todos con guantes y pelotas de goma o o poly jugando un pisicorre o al duro. Una vez fui al Pedro Marrero para saciar mi nostalgia futbolera, pero me espectáculo de patadas en los tobillos me bastó y sirvió para olvidar el pasado, al menos mientras siguiese en Cuba, y empecé a jugar voleibol, porque la verdad es que el béisbol así como el fútbol, para jugarlo más o menos bien hay que mamarlo desde muy pequeñito. Con doce años si te viene un roletazo chapeando bajito o una línea por primera o por el montículo, no le metes la mano por segunda vez, porque la primera que se la metiste, lo más seguro es qu ee te haya casi partido la quijada. Y en fútbol a los doce años no aprendes ni a tocarla.

Por eso me llama la atención tantos cubanos hoy absolutamente hooligans de fútbol, sin entender nada en la práctica, pero acaso sí en la teoría, tanto los de dentro de la isla como los de fuera. Al principio pensé que era uno de esos resortes que provocó la guajirización y cerrazón de la Involución, que hicieron que todo lo de "afuera" sea mejor que lo cubano, hasta el punto que una niña bonita, se le llamaba "diploniña", haciendo alusión a las tiendas donde se vendías productos del capitalismo. Quizás haya algo de eso, pienso que sí porque es evidente que todo lo de afuera es codiciado, y puede ser que con el paso del tiempo se haya ido despreciando el beisbol a partir de ahora le diré la pelota, como se dice en Cuba, por dos razones, una porque perdió mucha calidad, y dos, porque es sinónimo de guajirismo, de chealdad, de zapatos Kiko, cigarros Populares, pasta de dientes Perla y sobre todo, como el boxeo, la bandera de la Involución. Matar al padre. Incluso en EEUU ocurre ya, que los cheos, los rednecks o afroamericanos anticuados de gorrita y barriga son los amantes de la pelota, los menos conservadores abrazan el soccer, y los del medio, modernos pero autóctonos, con el mayor de los sentidos comunes se bañan en su lago más cristalino y beben de su fuente más pura; el básquet.

Así que hoy pienso, que aun cuando en Cuba no tienen ni idea de impulsar una pelota si no es con un bate o en su defecto, con la mano, este fenómeno de opinar sobre el deporte más internacional, responde a un espíritu de modernidad, de actualidad, de integración al mundo. Claro, el cubano es numerista, y no quiere parecer que le gusta desde el otro día, entonces te hablan de su amor al fútbol desde Cruyff o Kempes, cuando en esa épocase  le llamaba balompié al fútbol, y la casi totalidad creía que Stallone era una estrella del balón. Numeristas.

Ahora todos, igual que fueron opositores o alzados en el Escambray y pasaron por los calabozos de Villa Marista, igual que no aceptaron ni un kilito de ayudas de los impuestos a los contribuyentes al llegar al Yuma, y trabajaron desde el primer día como se ven obligados a hacer los mejicanos, también todos jugaron al balompié, actual fútbol en la isla y veían los partidos de la gran Liga Cubana de fútbol por el canal seis o el dos en lugar de los discursos de Guarapo.

Un "Numerista" no es exactamente un mentiroso, numerista remite es más bien a un grado superior la elaboración de la fantasía, el numerista llega a la esquina donde están los socios del barrio haciendo media, y él siente la pulsión, la necesidad imperativa de subir la parada del último cuento, el numerista es capaz de tener un tío astronauta para discutir del espacio, es capaz de decirte como hizo Bill Gates para hacerse el más rico, el numerista no te va a permitir nunca atesorar una anécdota que sobresalga, él te la va a reducir a trizas con la épica que está por venir, en cuanto te dice:

-Ah, eso no es ná, el otro día yo.....

Ojo, no atribuyo esa fantasía de que Cuba era un país futbolero, a la voluntad del embuste, no, nada de eso, creo que se trata de una ficción muy poderosa con el fin de romper de modo abrupto con todo un pasado, a mi mismo me ocurre en otros terrenos, que hablo de ciertas comodidades de las que disfruto en España como si las hubiese tenido desde que nací, una ficción, es como las mujeres españolas que se tiñen casi todas de rubio, quieren negar sus raíces porque están relacionadas con pobreza, con menosprecio, y creo que el beisbol, para muchos cubanos de hoy, está relacionado en sus cabezas, en sus recuerdos con Guarapo esperando a la selección nacional al pie del avión para que le dediquen la medalla, como era obligado, al propio Guarapo en el Latinoamericano, entre eso y que incluso, ya en EEUU es cheo, es para los barrigones con gorrita. Ganas de entrar al mundo de hoy, basta de aislarse ni siquiera con la pelota estadounidense, que los aparta del resto del mundo.

Pero hasta ahí lo veo normal, bien, incluso saludable, lo que me asombra y es motivo de estudio es la suplantación de la realidad, aquí hay gente que me ha dicho que en todas las escuelas se jugaba fútbol, en los barrios nada de pisicorres, de pelota al duro, sino fútbol, una distorsión de la realidad, que si me despojo de esta mochila de prejuicios, de estructuras de pensamiento de vectores de la razón, podría encontrarla más poética que un rejunte de versos, más creativa que una obra futurista y más real maravilloso que todo el movimiento del boom latinoamericano.

Pedro Marrero, Principal estadio de "balompié" en La Habana

Pedro Marrero, Principal estadio de "balompié" en La Habana

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